viernes, 12 de octubre de 2012

LA LEYENDA DEL YÀSÌ YÀTÈRÈ



Es también un antiguo, muy difundido y popular mito guaraní. A Jasy Jatere (fragmento de luna,) se lo considera el Cupido guaraní y portador de la fecundidad.
Es el genio de la siesta, un Cupido o Eros travieso, dice Natalicio González. Es un niño hermoso, pequeño, desnudo, rubio, de cabellos dorados y ondulados, portador de un bastoncito de oro, a modo de vara mágica, fuente de su poder mágico de atracción, que nunca abandona, y de un silbato (Variante: algunos dicen que simplemente silba) con el que imita el canto de un pájaro (o lanza un silbido rítmico); vive en el bosque. Jasy Jatere anda suelto durante la siesta, especialmente en la época del avatiky (,choclo o maíz tierno) que gusta comer.
Se cree que vive en huecos de troncos de grandes árboles del bosque. A. -de W. Bertoni identificó el silbido rítmico del Jasy Jatere con el de un cuclillo raro que vive -en el bosque, obscuro, de pecho blanco, el Geophillus Jasy Jatere; vive en la hojarasca y duerme en lo alto de los árboles. En Brasil es el guyra-paje (pájaro-paje o hechicero), elCucullus Cayanus, identificado por Barbosa Rodrigues.
El Jasy Jatere atrae a los niños con su silbato o tocándolos con su bastón (Variante: se dice, también, que es ventrílocuo, y de ello se vale para atraerlos). Los rapta y los lleva al bosque donde los retiene durante algún tiempo, los alimenta con miel silvestre y frutas, juega con ellos y al fin los suelta o los deja enredados en ysypo (liana), pero los niños ya se han vuelto tontos o idiotas (tavy: akã tavy), mudos (ñe' engu) o sordomudos; se recuperan después de un cierto tiempo. Se dice, también, que cuando Jasy Jatere, como muestra de afecto besa al chico en la boca, es cuando éste se vuelve tonto y mudo, y entonces lo abandona.
En algunos lugares, la gente cree que en el aniversario del rapto por el Jasy Jatere el niño tiene un "ataque" con convulsiones (epilepsia).
Para ganar la amistad de Jasy Jatere nuestra gente acostumbra dejar un peco de tabaco (?) en los alrededores de la casa o en las sendas de entradas al bosque.
Las madres suelen amedrentar a los niños con el Jasy Jatere, para no escapar de casa durante las siestas, andar por la capuera o el monte a hacer sus diabluras, bañarse en aguas sucias, subirse a los árboles, jugar con hondita y bodoques o municiones, o con "matagatos", en fin, para no andar "cabezudeando" durante las siestas.
Cuando Jasy Jatere pierde su bastoncillo y su silbato se vuelve inofensivo, porque perdió su poder mágico. Se cree, también, que una manera de apoderarse de esos símbolos de su poder, es embriagándolo, pues gusta de beber.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Leyendas Argentinas para niñ@s y adultos

Según Cámara Cascudo, esta leyenda arranca de la tradición greco-latina. Para Teófilo Braga, su origen seria escandinavo. Cervantes se refiere a ella en Persiles y Segismunda. Para los franceses vendría a ser el Loup-Garou. Menéndez y Pelayo nos habla de su vigencia en San Miguel de los Azores, donde lo llaman Lobishómen. No obstante estos antecedentes foráneos, Daniel Granada insiste en que ya era conocida en el Plata mucho antes de la llegada de los españoles, lo que no deja de resultar plausible dada la existencia de otros hombres-animales en el área guaraní, como el Yaguareté-Abá. Está muy extendida en el Litoral, y especialmente en Corrientes y Misiones. También se la conoce en Rio Grande do Sul (Brasil) y otras regiones de América, con nombres como Lobisome, Lobisone, Lobisonte, Lubisón y Luisón. El Lobizón es siempre el séptimo hijo varón seguido de una pareja, así como la séptima hija mujer seguida será bruja. Su representación más frecuente es bajo la forma de un perro negro y corpulento, de orejas desmesuradas que le cubren la cara y con las que produce un fuerte chasquido. Sus patas se parecen a pezuñas, y sus ojos son fulgurantes. Su color suele ser bayo o negro, según la piel del individuo. También es común representarlo como un animal en el que se combinan las naturalezas del perro y el cerdo. Con menor frecuencia se lo describe como un aguará-guazú (lobo de crin), una oveja, un cerdo o una mula. La transformación no ocurre en cualquier momento, sino a las doce de la noche del viernes, y a veces también del martes. Un tiempo antes, el hombre que padece esta "enfermedad" experimenta una sensación extraña, y luego una acuciante necesidad que lo lleva a apartarse de sus semejantes y ganar la intimidad del monte, donde a la hora señalada se quitará la ropa y dará en el suelo tres vueltas sbre si mismo, de derecha a izquierda, mientras reza un credo al revés. Se opera así la metamorfosis, y sale entonces de correría hasta que el canto del gallo lo devuelva a su humana condición. Durante esa noche, los perros aúllan enloquecidos, advirtiendo su presencia. Va á los chiqueros, gallineros y corrales en busca de excrementos, su más preciada comida. También suele vérselo en los cementerios, revolviendo tumbas en busca de carroña. De tanto en tanto, para balancear su inmunda dieta, comerá un niño no bautizado. Parece despreciar la carne de los adultos Si alguien lo hiere con un cuchillo, el Lobizón recobrará su forma humana, pero el comedido redentor se expone así a ser muerto por el monstruo. Lo mejor es matarlo con una bala bendita. El impacto lo volverá a su forma humana, y será un hombre muerto lo que encontrará el tirador. Si sólo lo hiere huirá por el monte tratando de alcanzar su casa. El hombre que se convierte en Lobizón suele ser alto, flaco, escuálido. Se lo reconoce por el tono amarillento de su rostro y su mal olor, que a veces llega a la pestilencia. Es descuidado en el vestir, y su carácter huraño, intratable. Todos los sábados cae en cama enfermo del estómago, por los desperdicios que comió la noche anterior. EL YAGUÁ HÚ ANDA RONDANDO En el Iberá (provincia de Corrientes), la idea más extendida que se tiene del "lobizón" es la de su transformación canina. El llamado yaguá hú -perro negro-, de gran tamaño, es el protagonista de la superstición. La persona señalada como lobizón es el séptimo hijo varón seguido y no bautizado. No hay forma de equivocarse: de pequeño, reacio a comer carne, es escuálido, enfermizo, solitario, y muestra siempre las uñas largas y sucias de tierra, porque se pasa horas y horas escarbando en los potreros. Su destino está marcado: es un lobizón. Cualquier correntino sabe que es inútil dispararle, porque no le entran las balas. Para ahuyentarlo, hay una única fórmula: hacerle la señal de la Santa Cruz y tirarle con botellas y tizones encendidos. Elemental: la cruz es el payé guazú, o sea, el talismán grande de Dios, las botellas cortan y los tizones queman. El lobizón sabe que, si es alcanzado, quedará marcado para siempre y cualquiera lo reconocería a la distancia. Si uno está en casa y de repente entra un perro negro, hay que gritarle yaguá hú. Si el perro negro no se inmuta, es que sólo se trata de un perro negro. Pero, si se le erizan los pelos y gruñe, no lo dude: es él. Por eso, un correntino precavido debe tener siempre a mano una cruz, una botella y un tizón. Es curioso: aunque se echa al cuello de sus víctimas y sus colmillos dan siempre con la yugular, el lobizón, como el más santo de los vegetarianos, no gusta de la carne sino de la leche. Por eso, el yaguá hú ronda siempre los tambos y, por las noches, las vacas y los terneros mugen angustiados. No es para menos. Cuando el lobizón muere, su cuerpo tiene forma humana, pero, si uno se fija con detenimiento, el cadáver muestra entre los labios un hilito blanco. Es la leche. Otro dato inconfundible: el yaguá hú come excrementos de gallina, por eso cualquier correntino sabe que, cuando el patio está limpio, no es porque las gallinas se hayan vuelto educadas, sino porque el hechizado anda rondando. Dicen que el lobizón se transforma dos veces por semana, los martes y viernes, a la caída del sol y, por supuesto, siempre en un lugar solitario. Quien presuma de erudito y se ría de las supersticiones del Iberá, que tenga en cuenta lo siguiente: el mito fue traído de Europa. Plinio, Virgilio, Petronio, Cervantes y hasta el sesudo Menéndez y Pelayo han hablado del lobizón y, que se sepa, ninguno de ellos era correntino...